Pepita tiene 87 años y vive sola en su pequeño piso de Barcelona. Ya casi no conoce a nadie en el barrio y su hija, que vive fuera, hace meses que promete venir a verla. Hoy se ha levantado temprano para hacer croquetas y esperar el butano: se le está acabando el gas y el frío aprieta. Pero cuando llega, el butanero sale corriendo, dejando la bombona en el medio de la calle. Pepita decide bajar a esperar pacientemente a que vuelva, junto a su perrito y su labor de costura, mientras el mundo corre a su alrededor.